sábado, 20 de octubre de 2012

Tempus.

Vivo sin reloj. Me agobia la idea de pensar que un aparato con engranajes minúsculos y absurdos numeritos y manecillas me dirija el horario diario. Tampoco es tan malo vivir sin tiempo: acostarte cuando la luna asoma y despertar cuando lo hace el sol. O al revés.
Adoro eso de pasarme el día mirando el cielo. Observar las nubes, siempre juguetonas. Observar las manadas de pájaros y decir a un niño que van a casarse. Mirar el azul y ver que no hay héroe alguno surcándolo. Supongo que es esa inseguridad e ignorancia constante del ser humano la que nos lleva a necesitar héroes, ángeles de la guarda, amuletos de la buena suerte y, por qué no decirlo, a ti. A esos ojos que me da miedo mirar porque siempre predicen cada uno de mis movimientos. A ésos, que me juzgan y dominan sin parar. A esos criminales, que no me dejan dormir tranquilo, que hacen que me derrita, sin importar la hora que sea. Sin importar durante cuantísimo tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario