miércoles, 24 de octubre de 2012

Certitūdo.

Tan solo siendo capaz de reconocer uno mismo sus propias faltas y carencias y su correspondiente ignorancia llegará a un estado en el cual contemple (y solo contemple) la felicidad; en la lejanía, a través de un manto de incertidumbre y recelo, pero siempre con esperanza de poder alcanzarla.

sábado, 20 de octubre de 2012

Sapĕre.

Todo ser con ojos, boca, nariz, brazos y piernas, una suficiente capacidad discursiva, dialéctica, lógica y de razonar y unos valores estables basales, busca para sí mismo, e incluso para la sociedad en la que sobrevive, una felicidad real.
En este aspecto, no hay cabida para ideologías políticas, ni para distintas culturas y hábitos, ni para diferentes matices de negro o blanco; dicho así, el concepto queda marcado por un falso autoritarismo. Tampoco hay cabida para equivocaciones.
El principal objetivo de un ser racional y terrestre es encontrar la felicidad. Debe quedar claro que con ello, no me refiero a hallarla de cualquier manera. Es aquí donde los seres humanos diferimos: en la forma de encontrarla. La felicidad se halla en uno mismo y en el entorno el cual rodea al sujeto.

Y ahora bien, os preguntaréis, “¿¡Qué coño le ha dado a este por la filosofía y esos temas tan cuestionados!?”. A decir verdad, ni lo sé, ni me importa. Estoy cansado de los momentos puntuales felices y de la falsa esperanza de poder hallar algún día la felicidad; estoy cansado de que se me juzgue por mi edad corporal y no por mi madurez psíquica; estoy cansado del “Déjale, está en la edad del pavo.”; estoy cansado del “Qué pesado, siempre quejándote.”; estoy cansado de los “Y tú qué sabrás; no tienes ni idea.”; estoy cansado de todas aquellas personas que juzgan y opinan sin conocer; estoy cansado del falso paternalismo que ofrecen unos pocos a otros muchos; estoy cansado de distinciones ético-sociales y raciales; estoy cansado de ese sentimiento de frustración y fracaso que, tarde o temprano, es necesario; estoy cansado de que las personas no luchen por sus metas y objetivos; estoy cansado de predicar y defender lo que pienso; estoy cansado de que no piensen lo que predican y defienden; estoy cansado de que se me intente continuamente corromper con distintas ideologías políticas que lo único que buscan es el bien particular, el suyo. Estoy tan cansado de buscar la felicidad.

Electio.

 ...era como si, una noche cualquiera, en un bar cualquiera, un desconocido le hubiera invitado a una copa. Le hubiera dejado perderse en el cuello de su camisa. Para después, y sin previo aviso, desaparecer. Casi al mismo tiempo que desaparecieron los hielos de sus vasos.

Chsst chsst, eh, aquí arriba. Sí, sí, a ti te digo. Vamos, sé que puedes oírme, no te hagas el loco como sueles hacer continuamente. No puedes verme, es cierto, pero sí que puedes creer en mí, ¿no? Escúchame.
Si te hastía tu día a día, si buscas mayores retos, ¿por qué te limitas a vivir de ese modo? ¿Por qué no romper todos los moldes un día y viajar hasta el rincón más remoto del planeta? Si todos los aspectos de tu vida te parecen de lo más oprimentes, ¿no sería lo más lógico buscar la antítesis que te estabilizara ahí fuera?
Sinceramente, ya has vivido mucho. Tienes dieciséis y ni siquiera te has permitido el lujo de escucharte, te has limitado a seguir al rebaño. Muchos dirán que es una locura, además de inmaduro, poco realista e inverosímil. Pero, ¿te has parado a pensar alguna vez si lo realmente inverosímil es tu forma de vida actual?
Hazme caso, no soy cualquiera el que te lo dice, me conoces y te conozco de sobra. Somos viejos amigos. Sí has acertado, soy tu conciencia.

Viaxe ao fin do mundo.

Es tu día. Es mi día. Es nuestro día. Es el día en el que podemos empezar una vida juntos. Donde nadie nos encuentre. Muy lejos de aquí. Es el día en el que podemos romper las barreras de la utopía y empezar una realidad verosímil, sin ápices de complicaciones.
Hoy puede ser un día feliz, donde el Sol brille más que nunca, donde la alegría y la esperanza sean la cumbre de nuestras vidas y sueños. Sueños reales, sueños palpables, sueños alcanzables.
Con todo nuestro empeño y el apoyo de los nuestros, lo conseguiremos, lo sé. Será el mejor día, el mejor sueño, la mejor realidad.
Con una maleta vacía, un puñado de sentimientos en mano y zapatos capaces de saltar la más mínima vicisitud, zarparemos en busca de la vida; en busca de nuestro sueño por cumplir.
Será una nueva vida y un largo viaje, con logros y fracasos, victorias y derrotas, que afrontaremos con valentía, honestidad y humildad, allá lejos.
No será un camino fácil, no será una simple excursión, no será un sueño cualquiera. Pase lo que pase, juntos podremos contra todas las adversidades. Juntos forjaremos un nuevo futuro.
El destino nos guiará, será un amigo más, viajará siempre a nuestro lado, junto al cariño y al amor que un día cosechamos.
Probablemente nos duelan los pies. No importa, no hay nada que el tiempo no cure, y tenemos la vida entera por delante. Sabemos lo que queremos y queremos lo que soñamos. Vivir con austeridad, vivir con estoicismo, sin miedo al destino, sin miedo al dolor.

Exspectatio.

Cuando la belleza oculta de un cuadro desconocido despierta pasiones olvidadas en una mente despistada como la mía, es cuando sé que no llega a ser por esa asociación de conceptos inescrutables y ni siquiera recuerdo lo que es sentir.
Pero de igual manera sé apreciar la típica tarde tranquilita con un paquete de pipas y un frío polar que le obliga a uno a estarse quieto...y hablar de lo más caluroso posible, recordando al fin y al cabo, todo éso de lo que tantos ignorantes prescindieron.

Bon voyage.

Si combino una maleta, unos zapatos usados y un traje viejo y desteñido, un ticket de tren. Si encuentro esa foto antigua del anuario del colegio, si me da por llamar a mi mejor amigo de la infancia, si quito los cuadros de las paredes para sustituirlos por nada, si en vez de el móvil cojo la cámara y un cuaderno, si decido olvidarme de todo recordando. Si me tomo un té a media tarde. Si prefiero la poesía a la televisión, si prefiero besos mojados a abrazos secos. Si veo que hay mil y una razones para quedarme, será entonces cuando decida irme.
Lejos, por ahí. Donde todo me depare lo más oculto, desconocido e inexplorado. ¿Dónde encontrarme, dónde encontrarte?

Sentire quid volas.

Despertares somnolientos entre risas de burla. Mañanas rodeándome con tu brazo y despertándome con besos y caricias. Juraría no haberme levantado jamás solo para no tener que cambiar de postura.
Esas sábanas suaves y frescas que nos limpian de toda maldad de ahí fuera, ese espejo que toda imperfección refleja. Esas tablas de madera que a nuestro paso chirrían. Una puerta siempre recelosa a la hora de cerrarse y un manillar tan desgastado que parece no existir.
Mi incesante manía de observarte mientras duermes. Adoro cuando me miras sonriendo o cuando sonríes si me miras.
Espera un segundín, no te vayas, queda lo mejor: Me vuelve loco tu forma de despertarme mientras dices: ''Ey, dormilón, ¿sabes lo que te estás perdiendo ahí fuera ahora mismo? Corre, llegas tarde a tu vida''.

Totus.

Porque si nos encontramos en un lugar recóndito, entre pura naturaleza, perdidos entre arbustos, bayas venenosas, bichos que pican, pinchan, molestan, abrigados por un chaleco gordo e incómodo, sentados sobre una manta vieja, rajada, siendo alumbrados por un sol que ni calienta ni alumbra, y que encima amenaza con esconderse... porque si logro encontrarle la magia a toda desdicha en cualquier lugar, con cualquier paisaje de fondo y ropajes de cualquier manera... es muy probable que se den las condiciones idóneas para que me enamore de ti en ese mismo instante.
Porque no necesito lugares de ensueño ni vestimenta de gala ni una luz romántica y seductora... tu simple presencia es la que marca dónde (y cuándo) comienza a ser todo de tal manera.
Huir de todos los miedos, reproches, malas críticas y calcetines sucios que un día escondí bajo mi cama y perderme en islas paradisíacas entre aguas cristalinas y palmeras kilométricas. Contigo.

Tempus.

Vivo sin reloj. Me agobia la idea de pensar que un aparato con engranajes minúsculos y absurdos numeritos y manecillas me dirija el horario diario. Tampoco es tan malo vivir sin tiempo: acostarte cuando la luna asoma y despertar cuando lo hace el sol. O al revés.
Adoro eso de pasarme el día mirando el cielo. Observar las nubes, siempre juguetonas. Observar las manadas de pájaros y decir a un niño que van a casarse. Mirar el azul y ver que no hay héroe alguno surcándolo. Supongo que es esa inseguridad e ignorancia constante del ser humano la que nos lleva a necesitar héroes, ángeles de la guarda, amuletos de la buena suerte y, por qué no decirlo, a ti. A esos ojos que me da miedo mirar porque siempre predicen cada uno de mis movimientos. A ésos, que me juzgan y dominan sin parar. A esos criminales, que no me dejan dormir tranquilo, que hacen que me derrita, sin importar la hora que sea. Sin importar durante cuantísimo tiempo.

Felicitas passionis.

Sigo sin entender eso de que dos más dos es cuatro y no tiene ninguna salida más. Me aburren las películas de amor, estas que empiezas a verlas y ya sabes cuál será el final; no las soporto. Adoro los días en los que siento que no se puede querer más a alguien y aborrezco los que no quiero ni hablar con mi propia sombra.
Echar un polvo después de semanas de abstinencia me parece uno de los mayores placeres que hay en la vida, seguido de los viernes de pipas y las tardes de terapias de chocolate. Jamás escupiré en la calle pero nadie me va a quitar eso de lanzar el chicle desde la boca hasta la acera de enfrente.
Todos los bordillos sin excepción son amenazas de muerte para mí, pero sin embargo no hay reto ahí fuera que se me resista. Lo peor de todo es que sé ser el más egoísta, pero el más bondadoso al mismo tiempo y nunca me voy sin decir la última palabra.
Opino que nunca viene mal eso de quejarse de todo durante un día entero, la frase ''qué asco de vida'' nunca debería ser utilizada en vano y cantar cuando nadie te oye... ¡oh!, eso sí que me apasiona.

Tu egoque.

Ya puedes ir cancelando toda clase de plan o intención de alejarte, tan siquiera, dos centímetros de mí, ya que a estas alturas no me queda otra que retenerte. Así que quédate, instálate aquí cerquita y que no se te ocurra moverte; que todavía tengo demasiadas tonterías que confesarte, historias sin sentido que representarte y alguna que otra sonrisilla o lagrimilla que arrancarte. Y sobre todo, mucho por quererte. Mucho por querernos.

Quietāre.

Una luz. Una luz, allí, a lo lejos. ¡Dios!, llevo todo el día queriendo alcanzarla; es terriblemente atrayente. Tiene una fuerza que surte sobre mí un efecto devastador. Nadie lo entiende: dicen que es solo una insignificante luz, algo que brilla y que pronto se apagará. ¡Joder! Nadie me quiere escuchar, nadie quiere verla como yo la veo.
Me da igual, intento todo lo que puedo. La llamo; no viene. Intento reflejarme en ella para que pueda entrar en mí; nada. Busco en otros sitios algo que se le parezca; ni rastro. No puedo sustituirla, no sé hasta dónde puedo llegar para adelantarla y poder atraparla... y para variar empieza a oscurecer.
¡Mierda, mierda!, tengo que hacer algo rápido, su peor enemigo acecha y amenaza con arrebatármela. Y entonces es cuando realmente empiezo a dejarme la piel en ello. Grito, chillo, pataleo, intento quitarle el sitio... paso a relajarme, a engatusarla, a adularla... para terminar en la impotencia, la resignación, el cansancio. Y ella parece no inmutarse; parece rendirse al enemigo lenta y dolorosamente. Se va apagando, cada vez es menos nítida, la imagen.
Se acabó, es mía. Nadie va a arrebatármela. Y cuando digo nadie es nadie. Dejo que gane la oscuridad, que se la trague, que la absorba. Una vez más, como cada noche, desaparece. Pero yo sé que, en esa penumbra, se acordará de mí. Es inteligente y sabrá apreciar todo lo que hice por alcanzarla algún día. ¡Oh, sí!, vaya que sí lo sé. El Sol volverá cada mañana para recordarme que tengo que permanecer impertérrito en mi lucha. Y entonces estaré yo ahí para volver a intentarlo.

Exĭtus.

Me obsesiono irrevocablemente con el hecho de que ni tú ni nadie podrá identificar el mensaje oculto que puede esconder cada adoquín de la acera. Suena absurdo, ¿verdad? Pero tristemente es la realidad que vivimos día a día, ya que a medida vamos andando, construimos lo que en un futuro serán nuestros pilares; de modo que, por qué no explorar y empezar por aquello que nos mueve, que no es más que nuestros propios pies.
Dicen por ahí que la curiosidad mató. Yo no me creo nada, y defiendo su papel como impulsor; piénsalo, podría ser nuestro triunfo.

Splendor.

Y si tropieza, que tropiece, se caiga y se dé el trompazo de su vida. Y si le apetece llorar, que llore, que se deshidrate que se deje los ojos hechos un cristo. Que si le apetece comer, que se ponga ciego a profiteroles y luego apenas pueda vivir para contarlo. Si no le apetece vestirse, que salga en chándal día sí, otro también, y que si le apetece cambiar de canal, que se compre el satélite. Pero ante todo, si le apetece amar, que ame hasta quedarse el los huesos, ser consumido por las ojeras esperando su llamada, obsesionarse enfermizamente, desgastar el cerebro dándole vueltas a todas y cada una de las miradas de reojo que creer haberte perdido. ¡Que ame hasta morir de locura! Que haga lo inevitable, y bienvenido sea.

Pedōnis.

No entiendo (siendo la lógica aplastante, el razonamiento irrefutable, la conciencia y la moral más humana y tierna, nuestras mayores virtudes) el porqué de aquel rollo sobre la libertad y la capacidad de elegir, si al fin y al cabo, actuamos siempre de la manera más estúpida, infantil, predecible y desastrosa, con el mayor índice posible al fracaso.
Nadie nos habla de nuestra poca capacidad de predecir lo inevitable cuando, por puro capricho, nos da por no atender a la evidencia y actuar según nos dicte el momento, el viento o cualquier estupefaciente que hayan vertido furtivamente en nuestra bebida. Supongo que el masoquismo será un gaje más del oficio.

Flaccorum.

...así, quedas convencido de que, efectivamente, te encuentras donde debes estar, cuando debes estar. En el lugar y el momento exactos. Y que, contra todo pronóstico, estás siendo testigo de unas pocas cosas que hacen que todo se congele; todo, incluido tú. Y lo único que puedes hacer es preguntarte cuánto tiempo más pensaba Dios esperar para hacerte la entrega. Es ahí, en definitiva, cuando se convierte en eso, El Día.