Intendere.
Ni
el cómo, ni el cuándo, ni el porqué, ni la causa ni el efecto, ni el '¿Y
si...?', ni el principio ni muchísimo menos, el final. Dar en el clavo.
Finalmente, todo se reduce a eso. Y al cuerno con todo miedo absurdo a perder
la compostura ante la más mínima señal de tu presencia.
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